Caminando entre escombros


Esa es la realidad de uno de los principales hospitales de la Región, el Gustavo Fricke, el cual está cada vez más destruido y sus instalaciones y equipamiento no dan abasto a las necesidades de la población।

El camino estaba expedito y la calle despejada, quizá raro para un día viernes por la tarde, sobre todo si estábamos parados en frente del Hospital Gustavo Fricke, centro destinado a la atención pública y ubicado en la ciudad de Viña del Mar. Años de historia encima, cubierto por la vida y la muerte de quienes alguna vez llegaron al lugar con expectativas superiores por las cuales ingresaron.

Caminé hacia la entrada y me sentí ajeno al lugar, probablemente se deba a que esta es mi primera incursión al hospital. Al seguir mi camino observé una estructura algo añeja y deteriorada, quizá se deba al paso de los años y a la nula mantención que se le realiza al recinto. En la puerta me encontré con un guardia, el cual me pregunta hacia dónde me dirigía y después de mi pronta respuesta me dejó proseguir mi camino. Al traspasar mi primer obstáculo, logro entrar a la sala principal, donde se realiza todo tipo de trámites. Una vez allí, pude comprobar el precario estado de sus instalaciones. Sillas desmanteladas, paredes rotas, pintura quebrajada fueron algunas de las apreciaciones que noté en mi ingreso al lugar.

Después de recorrer un rato los pasillos de la sala, me trasladé a los baños públicos y fue verdaderamente penoso, ya que los lavamanos apenas hacían circular el agua y la taza de baño y urinarios estaban prácticamente inservibles y eso no es todo, además se le deben sumar un olor nauseabundo, el cual se prolongaba hasta el pasillo. Al seguir avanzando, me percaté de la existencia de una escala, la cual iba a dar a un segundo piso. Al subir, noté alguna puertas, las cuales en su parte superior señalaban su utilidad, la cual consistía en pequeñas habitaciones de atención, también denominadas “box”, en donde los médicos reciben a los pacientes que previamente piden horas de atención. En ese instante, estaban todas las puertas cerradas, pero esperé un momento y observé cuando una persona salía del box, en aquel segundo me asomé por la entrada y aprecié un pequeño cuarto ordenado y un médico conversando con una enfermera.

Luego de tomar un descanso asomado a una ventana, la cual para variar estaba deteriorada y no se podía abrir completamente, hecho quizá agradable para el invierno, pero paupérrimo para un día de calor, y a lo que se debe sumar un olor a oxigeno que llegaba a impregnar las paredes. Luego de eso y conversar con algunas enfermeras para que me dieran autorización a ingresar a las salas de hospitalizados, logré recorrer el lugar. La primera sala constaba con 7 camas de hombres, todas ellas ocupadas. Las paredes de ésta estaban en un estado desastroso, todas agujeradas y con la pintura ya desaparecida. Las camas tenían un muy mal aspecto y los aparatos aunque funcionaban, daban la impresión que en cualquier momento iban a dejar de realizar sus funciones.
Al instaurar algunas palabras con un paciente, éste comentó que los funcionarios hacían lo posible, pero los insumos y la infraestructura del lugar no daba para más. Además una funcionaria me explica que pretenden demoler el hospital y que las cosas ya no pueden seguir así, porque están trabajando con lo mínimo y el recinto ya se está cayendo a pedazos, incluso me mostró las duchas, las cuales me provocaron un sentimiento de lástima y rabia, ya que se encontraban literalmente hechas pedazos.
Seguí el recorrido junto a mi nueva lazarilla y pude observar como las estructuras que sostienen al establecimiento están cayéndose peligrosamente, mientras me explica que las camas en ocasiones son insuficientes, al igual que la falta de médicos y personal. Así llegamos a otra sala, esta vez de mujeres y las condiciones no eran mejores, en realidad, era la misma situación que en la sala anterior y la funcionaria me señala que todo el hospital está en el mismo estado.

Al terminar de recorrer el recinto de atención, no había ni un alma, al igual que cuando ingresé। Al despedirme de la funcionaria que me acompañó en mi trayectoria, pensé en todas las historias que se derrumbaran junto al establecimiento el día de su demolición.

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