EL MAL DEL CABALLO DE CARRERAS

Vive y deja vivir, cuántas veces hemos escuchados estas palabras sin tomar en cuenta la enorme responsabilidad e importancia que conllevan. Y es que no existe verdad más grande que aquella que dice que nuestra libertad termina cuando comienza la del prójimo. Y es que el prójimo somos nosotros y viceversa, pues todos formamos parte de una complicada pero interesante red de relaciones, en que durante ningún momento estamos solos, pues somos uno con el ambiente y nuestro entorno. Una red cuyo fin es apuntar hacia delante. ¿Adelante?

En muchas ocasiones quedamos absortos ante el avance de la modernidad, otorgándole permisos y ventajas que muchas veces atentan contra nuestro propio derecho a vivir. La tecnología nos invade a pasos agigantados creando redes aún más complejas para así hacer más “fácil” nuestra vida.
Pero… ¿Hasta que punto debemos autorizar el paso de la modernidad antes de que afecte a otros?
Y es precisamente éste el error en el que constantemente caemos.
Arriba lo nuevo y abajo lo viejo!, dicen algunos. Cuesta pensar que una oración que involucra cambio y renovación, implícitamente, interprete tristeza y abandono, como lo es el caso de las antenas telefónicas. La tecnología se abarata día a día, es más accesible para todos y acorta las distancias. Sí, es cierto es útil y hace “una parte” de nuestra vida más sencilla.
Pero ¿qué sucede con la parte restante?
Nuestros espacios y áreas verdes están siendo invadidos a vista y paciencia de todos। Árboles son talados, y animales ahuyentados, pero está bien. Es correcto, pues es progreso...
No solo eso, pues sin darnos cuenta estamos siendo condicionados transformándonos en autómatas antisociales que solo velan por sus propios intereses. Victimas y victimarios de la ilícita suplantación del hombre por una pantalla digital. Estupefactos y poco coherentes. Totalmente culpables de la eliminación de lazos que alguna vez se juraron eternos, amistades que parecían irrompibles y sobre todo destruyendo lo que algunos tardaron años en construir. Esto sin mencionar las enfermedades de moda en las grandes urbes. Stress, depresión y un sin numero de otros males que de solo pensar en ellos estremecen mis entrañas.
Como en todas las cosas, existen algunos que se oponen, otros a favor, y unos cuantos un poco más sensatos que aceptan la llegada de la tecnología pero bajo ciertos márgenes que resguarden el patrimonio que nos pertenece a todos. Y es que así deberían de funcionar las cosas. Guiadas bajo un marco de respeto mutuo, con el fin de coexistir y no extinguir lo que nos va quedando de nuestra tierra.
No me malentiendan. No es mi intención, nuestra intención, la de motivar a las personas al estancamiento y quedarnos varados sin avanzar o aspirar a la evolución del ser humano. Sino simplemente despertar conciencia.
Dejar de vanagloriarnos en nosotros mismos y comenzar a observar que hay junto a nosotros.
¿O es que acaso el progreso tiene licencia para todo?
Ansío que vuestra respuesta sea no।

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