Prácticamente todos quienes hemos nacido en los sectores cercanos a Valparaíso, hemos escuchado por parte de alguno de nuestros padres, abuelos o tíos diferentes historias y míticos cuentos relacionados con el puerto de la V región. No importaba si se trataban de marineros o piratas, prostitutas o viudas locas, Monstruos o espíritus en pena, pues cada uno de esos relatos fascinaba más que el anterior. Lo que no es más que solo una pequeñísima muestra de lo que significa Valparaíso.
Su maravillosa y única estructura asombra a cada uno de los turistas que transitan por sus calles, sus costumbres, su gente y sobre todo el aire que se respira en Valparaíso crean una composición tan variada como única.
Desde que tengo uso de razón he sido testigo de cómo miles de artistas, poetas y trovadores le cantan al puerto de sus amores. Describiendo sus calles y bares como lugares místicos y mágicos, aliados de la noche porteña y de las criaturas y circunstancias que esta atrae. Es quizás la mezcla de licor, mujeres y aroma a mar lo que hace tan especial a la ciudad o simplemente es por causa del místico ambiente porteño.
Sus calles envuelven tantas historias como años, transformándose en testigos del paso del tiempo. Haciendo de cada uno de sus rincones en un lienzo ya pintado, pero con mucho espacio por crear.
Bastante razón tenían los admiradores de la capital de la V Región, pues surge un “algo” especial en el puerto. Un “algo” que no solo se respira, sino que también se palpa con cada persona, se oye con cada ruido, se observa con cada edificio y se huele a millas.
Todo esto llevó a la ciudad porteña a ganarse el titulo de patrimonio de la humanidad, galardón que comparte solo con un par de otros lugares en Chile, Rapa Nui y las Iglesias de Chiloé.
Cuando la UNESCO nombró a Valparaíso patrimonio de la humanidad (2003), la comunidad porteña no solo adquirió un galardón, sino también una gran responsabilidad, principalmente del Gobierno Chile quien debe velar por el mantenimiento y conservación de los sitios patrimoniales dentro de su territorio. Lamentablemente, muchos de estos sitios han caído en una latente decadencia por causa del deterioro y la poca preocupación de la población. Aunque no son todos, pues si existen quienes velan de verdad por la preservación del patrimonio.
Han pasado ya 4 años desde el comienzo de la era “patrimonial” del puerto. Cualquiera diría que es el tiempo suficiente para que se cree una conciencia ciudadana global, pero los hechos demuestran lo contrario. Tal es la situación que incluso se ha puesto en jaque la continuidad de la ciudad de Valparaíso como Patrimonio de la humanidad. Lo que en un comienzo se observó como una posibilidad de mejoramiento urbano, hoy resulta ser nada más que un puñado de promesas incumplidas.
De acuerdo a lo establecido por la UNESCO, un lugar declarado Patrimonio de la Humanidad, es un lugar específico que ha sido nominado y confirmado para su inclusión en la lista mantenida por el Programa Patrimonio de la Humanidad. Dicho programa es administrado por el Comité del Patrimonio de la Humanidad perteneciente a la UNESCO.
El fin de esto es catalogar, preservar y dar a conocer sitios de importancia cultural o natural excepcional para la herencia común de la humanidad. Bajo ciertas condiciones, principalmente el mantenimiento y preservación del lugar. Los sitios mencionados pueden obtener fondos de la fundación para la conservación del Patrimonio de la Humanidad.
Cada sitio patrimonial pertenece a su país de origen, pero se considera en el interés de la comunidad internacional y debe ser preservado para las futuras generaciones. La protección y la conservación de estos sitios son una preocupación de los 184 países que apoyan al Patrimonio de la Humanidad. Aunque principalmente son los propios habitantes y sus autoridades quienes deben cumplir las condiciones y velar por labores tanto de mantenimiento como de restauración.
Paradójicamente, día a día las calles del puerto se llenan de basura y desperdicios, Sus edificios caen, y las costumbres se pierden ante la inmisericorde modernidad. Han existido algunos planes de acción por parte de las autoridades con el fin de conservar el patrimonio, pero nada concreto ni eficaz.
Es importante que la comunidad tome conciencia de lo que estamos perdiendo, y genere una verdadera presión en torno al tema con el fin de tomar cartas en el asunto, pues la calificación de “patrimonio de la humanidad” no es un término turístico, ni una estrategia de marketing. Ser patrimonio de la humanidad implica un pasado marcado por la historia del hombre, una fotografía de lo que fuimos, de lo que somos y de lo que seremos, un tesoro invaluable que debemos proteger y cuidar.
Europeos y Latinoamericanos
La diferencia entre estas dos comunidades es aterradoramente abismante, el trato hacia un ciudadano del viejo continente es casi como de un plebeyo dirigiéndose a un rey, en cambio cuando un vecino americano llega a nuestro país para residir, se le trata como un ladrón, como una persona que nos viene a desplazar en nuestros puestos de trabajo, y ¿por qué?, porque a los peruanos (el ejemplo más común hoy en día) les pagan una suma de dinero vergonzosa y esto le permite abaratar costo a los patrones de Chile, pero en el momento que se aprueben leyes como la de amnistía, estas situaciones serán regularizadas y no existirá más esta diferencia en nuestro país, pero si los chilenos no tenemos una conciencia de ayuda social en la región estas iniciativas no servirán de nada, ya que, el odio implantado en la raíz de la sociedad siempre estará.
La discriminación, el racismo y la xenofobia son actos despreciables, que se viven tanto en nuestro país como en el extranjero, cuando un compatriota llega, de la misma manera que llega un peruano o un boliviano a nuestro país en busca de nuevas oportunidades, a un país de Europa o a “la tierra de las oportunidades”, llámese Estados Unidos, también puede sufrir estas atrocidades, de echo años atrás, un país que constantemente es receptor de colonias chilenas como lo es Suecia, ponía es sus tiendas comerciales letreros que en español se traducían como, “si ve a un chileno robando, déjelo, es su cultura”, que ejemplo más terrible de discriminación que éste. Claro que, por supuesto siempre han existido delincuentes en todo el mundo, pero encerrar a toda una colonia como ladrones, por ciertas situaciones particulares no es valido, ni aquí ni en “chuchunco city”.
Sin duda, tenemos la firme esperanza, de que reuniones como la Cumbre Iberoamericana, que se hizo hace algunos días, sirvan para dejar atrás problemas como éste, que a través de estos hombres y mujeres que hoy lideran el mundo, se escuche un mensaje de solidaridad, hermandad y tolerancia a los procesos de cambio, que al fin y al cabo sirven para mejorar nuestra calidad de vida, ya que, con actos bondadosos como la integración a inmigrantes, ciertamente, seremos mejores personas.
Es bastante triste contemplar como las personas discriminan consiente e inconscientemente a otros seres humanos, ya sea por cualquier tipo de defecto. Pero sobre todo cuando se trata de pacientes psiquiátricos, a los cuales se les mira con asco, más que eso, repulsión y en algunos casos, con miedo. Es triste imaginar las vidas de aquellas personas, las cuales lo único que buscan es la felicidad, ya que no todos tiene la oportunidad de nacer en una buena familia, la cual los alberge toda la vida y le demuestre el amor y el cariño que ellos merecen. Acaso ellos por vivir en un mundo ajeno al nuestro, en donde quizá sean mucho más alegres que nosotros no tienen la oportunidad de ser acogidos por la sociedad, acaso no son personas como todos nosotros, es más, es muy probable que posean mucha más bondad que una persona “normal”.
Tal como dice una canción de Arjona “se te apagó la luz o la encontraste, se te zafó un tornillo o lo apretaste… Regálame un poquito, un poquito de locura, que me ando fijando mucho en la marca de mi pantalón”, es una muestra clara de que existen personas que ven el mundo de otra manera, en otras dimensiones, las cuales pueden llegar a ser mejor que cualquier droga, pero lamentablemente son tachadas de locas por el resto y las discriminan y terminan encerrándolas en recintos “especiales” y ahí las dejan abandonadas para siempre, como quien se desasiera de un estorbo.
Por eso la existencia de hogares protegidos es una de las mejores iniciativas que se puede tener, porque no coartan la posibilidad de las personas de insertarse en la sociedad, realizándose así como personas, lo cual es muy importante para el ánimo y la autoestima de ellas.
Hay que hacer un llamado y eso es lo que hacemos nosotros, a no permitir el abandono de estas personas e invitamos a abrir nuestra retina social y dejar de lado las absurdas discriminaciones. Debemos abrirles las puertas a cientos de pacientes que desean reincorporarse al mundo, todo va en la actitud y en la buena voluntad de las personas, ya que no sólo con aportar mil pesos al año a través de un llamado en la Teletón vamos a ser mejores personas.
El curita decía que las drogas eran malas mientras tomaba la sangría de dios.
Yo le digo “la contradicción divina” porque escudado en una deidad o cualquier otra cosa, pareciera que un ser superior nos hubiera enviado un elixir mágico, un brebaje celestial, destilado o fermentado, depende como te guste. El punto es que los seres humanos tenemos una especie de “licencia para tomar”, así como James Bond que tenía licencia para matar y nadie le reprochaba la cantidad de cristianos que se “piteaba” nosotros tomamos una bebida que nos produce un efecto rarísimo en nuestro cuerpo, nos ponemos más contentos, dicharacheros y con toda la pachorra que nunca antes tuviste en tu vida, como si fuera lo más normal, pero cuando te pasas de copas, como se dice, ya no es tan bonito el cuento, ahora si se te apaga el satélite cooperaste, tu mente no responde y tu cuerpo hace lo que quiere, pero parece que cuando ocurre esa situación al otro día se te borra el disco duro, porque la mayoría no se acuerda lo del día anterior, después te lo cuentan, claro, pero pasa a ser como una anécdota graciosa y nada más, es ahí en donde las personas se vuelven inconscientes, ya que, no se dan cuenta del gran daño que recibió su cuerpo y cerebro.
Entonces cuando alguien te dice que consumir drogas te lleva a la miseria y te destruyen, pero sin embargo, consume alcohol es una persona inconsecuente, porque si abusas, por ejemplo, de la cocaína, el efecto inmediato es una sobredosis y si abusas del alcohol te intoxicas y podrías estar en una camilla, mientras te hacen un lavado de estomago y al lado de un drogadicto recibiendo una inyección de adrenalina ¿quién es peor persona en ese momento? Yo no critico a la gente por lo que hace y tampoco es la idea, pero tengo una duda gigante en mi cabeza, por qué algunas drogas son ilegales y el alcohol no lo es, siendo que ambos son perjudiciales, hasta incluso me atrevería a decir que la marihuana por lejos mucho más sana que una botella de licor.
Ahora si me dicen que el problema es el tráfico indiscriminado, yo diría que volviéramos un poco en la historia y recordemos la ley seca que se estableció una vez en Estados Unidos, que pasó, nadie aguantó la sed y la venta ilegal de licor se volvió en uno de los negocios más rentables de la mafia. Con esto no estoy tratando de dar una escusa en defensa de las drogas, lo que trato de decir, es que, no se puede tapar el sol con un dedo, el alcohol, el tabaco y las demás drogas están aquí por una razón o mejor dicho alguien las puso aquí por una razón poderosa, por qué fueron los monjes los que inventaron la cerveza, por qué el tráfico no se puede para o no se quiere parar, estas drogas logran un efecto narcótico en nuestras consciencias, para mí está claro que hay personas a las cuales les conviene mantener al pueblo alienado, las razones de fondo no las se con exactitud pero podría estar todo el día buscando teorías. Tomemos en cuenta de que somos uno de los países con más consumo de alcohol y tabaco en Sudamérica, nunca salimos primeros cuando juega la selección, pero siempre estamos en el “top one” de los rankings más vergonzosos, incluso un icono de nuestra sociedad es un “borrachin” gracioso que se hace llamar “che copete” y el cura de la iglesia da sermones con una copa en la mano.
Trato de hacer memoria y recuerdo que transitaba por Av. Libertad, sin nada más en la mente que mis propios pensamientos. Avanzaba a paso firme y con la mirada fija e incorruptible hacia el frente, como si por ese instante, tan solo aquel instante, me hubiera tornado en un corcel de carrera cuyo único propósito fuese cruzar la tan ansiada meta. Pues por ese momento, el mundo giraba en torno a mí.
Caminé furiosa y despreocupadamente por algunos minutos antes de ser interrumpido. Una silueta familiar despertó mi atención, acompañada de un sonido clásico, alegre y parafernálico, expulsándome raudamente del temporal trance personal en que me encontraba absorto. El culpable, un tradicional vendedor ambulante, sí de aquellos… un “Chocopandero”: “Mijo’! ¿se va a comprarse un laito’?… Gambeli noma’!”.
No fueron más de 6 pasos los que habré dado cuando una nueva voz interrumpe mi camino. Esta vez el sonido no era alegre, era tenue y deprimente, no había una silueta reconocible, sino que solo se divisaba un tumulto de frazadas, chalecos y otras prendas apelotonadas en un rincón de la calle. “joven” dijo con voz rasposa: “Joven, no tendrá alguna monei’ta pa’ comprar un pancito”.
“Sí, ¿como no?” Respondí. Revisaba nuevamente mis bolsillos mientras aquella triste figura me observaba con exaltación y ansiedad. Al igual que la primera vez, no logré mi objetivo en ninguno de mis primeros intentos. “un, dos, tres, cuatro… nada”. ¡¿Nada?! Mis bolsillos se encontraban total y absolutamente vacíos. Solo se encontraban en ellos la tarjeta del metro y la cédula de identidad. Pensé entonces, Cómo le voy a explicar que por causa de mi apetito injustificado (pues cazuelas no me faltan) no disfrutaría del tan codiciado alimento.
Casi con vergüenza, temor y aún con el choco panda en la mano me acerque y aduje: “Lo siento tío, no tengo nada”. A lo que él con una amable sonrisa en su rostro de calle respondió: “No se preocupe joven. Que Dios lo bendiga”.
Me detuve entonces un momento para observar si alguien se compadecía y ayudaba al amable individuo, bautizado como “tío”, a satisfacer su hambre.
Primero pasó una señora... A primera vista parecía de la alta sociedad, la típica cuica de alcurnia que solo mira del bolsillo hacia arriba. La susodicha hizo caso omiso al llamado del necesitado y siguió con su camino con la frente en alto y cartera en mano. Un segundo sujeto lo miró con cara de bicho raro y sin decir una sola palabra (ni detenerse) le dio a entender que no poseía dinero. Pasó entonces otro muchacho, como de mi edad, parecia una persona amable. Vestía jeans, chaleco y poseía una mirada condescendiente, lamentablemente lo único que hizo fue agredir verbalmente al sujeto que tan amablemente me había dado su bendición hace tan solo unos minutos. Otros, la mayoría, esquivaban la vista como si lo pobre fuera contagioso.
Entonces lo comprendí…
Nos jactamos de ser solidarios y de dar hasta que duela. Los jaguares de la solidaridad escuché por algún canal de TV. Ojalá y fuera cierto. Ojalá que así fuese. Pues nuestros actos revelan que esto ocurre solo si nos encontramos en una situación en que recibamos algo a cambio u obtengamos algún reconocimiento. ¿Es que acaso la única época en que donamos dinero es en
Puede ser que esta hipótesis indigne y hasta escandilice a aquellos más sensibles y orgullosos. Es una lástima que sea cierto...
Avanzamos por la vida preocupados de nosotros mismos, ensimismados en nuestros propios problemas, en nuestro trabajo, en nuestros hijos, en nuestros padres, en la semana, en las cuentas, en la luz, en el agua, en el nuevo DVD que "tenemos" que adquirir a toda costa, en el carrete del fin de semana, en que no podemos pasar 10 minutos sin prender un cigarrillo, etc. Tanto es así, que olvidamos que existe gente con mayores, mucho mayores problemas que nosotros, y que penosamente, no solo son excluidos de una sociedad majadera, cruel y descorazonada, sino que tambien los estereotipamos como alcoholicos, vagos y hasta delincuentes. Sufriendo de una discriminación que termina por transformarse en una piedra demasiado difícil de acarrear. Sin siquiera otorgarles una oportunidad.
Lamentablemente esto refleja el doble estándar del chileno, el ser ambidiestro, o como lo describiría
Hermano, usted que dice ser cristiano
Cuando vez un vagabundo por que no le das la mano
Le dices de lejitos "Dios te bendiga!"
Pero no sacas ni un pesito pa' llenarle la barriga
Mira, te están mirando desde arriba
El evangelio no se trata de gastar saliva
Si quieres que te escuche, tienes que darle vida
Y darle un buen abrazo aunque este muriendo de SIDA
Ni siquiera es por falta de información. Pues según estudios los pobres e indigentes, hasta el 2003, eran el 23,5 por ciento de la población chilena.
Entonces... Quizás la raíz se encuentre en la matriz neta del país. Veamos:
Según el gobierno un hogar pobre, es aquel donde los ingresos por persona son inferiores a los 43 mil 712 pesos en la zonas urbanas y 29 mil 473 en las zonas rurales.
En los hogares indigentes, mientras tanto, las cifras por personas no deben superar los 21 mil 856 y 16 mil 842 pesos respectivamente
Pero entonces… ¿Qué sucede con aquellos que no tienen un “hogar”?, ¿Dónde clasifican? ¿Qué podemos hacer por ellos a nivel de comunidad?
Es una trizteza, pero la verdad es que este sector se ha transformado en nuestro vergonzoso secreto, aquel que no queremos mostrar y que simplemente metemos bajo la cama, cerramos los ojos, subimos el volumen a la radio y esperamos que desaparezca por arte de magia.
La próxima vez... Simplemente abramos nuestros corazones y entreguemos un cobre, pues será mucho más valorado por ellos que por nosotros.
Etiquetas: Editorial de la 3ª Edición.
Vive y deja vivir, cuántas veces hemos escuchados estas palabras sin tomar en cuenta la enorme responsabilidad e importancia que conllevan. Y es que no existe verdad más grande que aquella que dice que nuestra libertad termina cuando comienza la del prójimo. Y es que el prójimo somos nosotros y viceversa, pues todos formamos parte de una complicada pero interesante red de relaciones, en que durante ningún momento estamos solos, pues somos uno con el ambiente y nuestro entorno. Una red cuyo fin es apuntar hacia delante. ¿Adelante?
En muchas ocasiones quedamos absortos ante el avance de la modernidad, otorgándole permisos y ventajas que muchas veces atentan contra nuestro propio derecho a vivir. La tecnología nos invade a pasos agigantados creando redes aún más complejas para así hacer más “fácil” nuestra vida.Pero… ¿Hasta que punto debemos autorizar el paso de la modernidad antes de que afecte a otros?
Y es precisamente éste el error en el que constantemente caemos.
Arriba lo nuevo y abajo lo viejo!, dicen algunos. Cuesta pensar que una oración que involucra cambio y renovación, implícitamente, interprete tristeza y abandono, como lo es el caso de las antenas telefónicas. La tecnología se abarata día a día, es más accesible para todos y acorta las distancias. Sí, es cierto es útil y hace “una parte” de nuestra vida más sencilla.
Pero ¿qué sucede con la parte restante?
Nuestros espacios y áreas verdes están siendo invadidos a vista y paciencia de todos। Árboles son talados, y animales ahuyentados, pero está bien. Es correcto, pues es progreso...
No solo eso, pues sin darnos cuenta estamos siendo condicionados transformándonos en autómatas antisociales que solo velan por sus propios intereses. Victimas y victimarios de la ilícita suplantación del hombre por una pantalla digital. Estupefactos y poco coherentes. Totalmente culpables de la eliminación de lazos que alguna vez se juraron eternos, amistades que parecían irrompibles y sobre todo destruyendo lo que algunos tardaron años en construir. Esto sin mencionar las enfermedades de moda en las grandes urbes. Stress, depresión y un sin numero de otros males que de solo pensar en ellos estremecen mis entrañas.
Como en todas las cosas, existen algunos que se oponen, otros a favor, y unos cuantos un poco más sensatos que aceptan la llegada de la tecnología pero bajo ciertos márgenes que resguarden el patrimonio que nos pertenece a todos. Y es que así deberían de funcionar las cosas. Guiadas bajo un marco de respeto mutuo, con el fin de coexistir y no extinguir lo que nos va quedando de nuestra tierra.
No me malentiendan. No es mi intención, nuestra intención, la de motivar a las personas al estancamiento y quedarnos varados sin avanzar o aspirar a la evolución del ser humano. Sino simplemente despertar conciencia.
Dejar de vanagloriarnos en nosotros mismos y comenzar a observar que hay junto a nosotros.
¿O es que acaso el progreso tiene licencia para todo?
Ansío que vuestra respuesta sea no।
Etiquetas: Editorial.
Esa es la realidad de uno de los principales hospitales de la Región, el Gustavo Fricke, el cual está cada vez más destruido y sus instalaciones y equipamiento no dan abasto a las necesidades de la población।
El camino estaba expedito y la calle despejada, quizá raro para un día viernes por la tarde, sobre todo si estábamos parados en frente del Hospital Gustavo Fricke, centro destinado a la atención pública y ubicado en la ciudad de Viña del Mar. Años de historia encima, cubierto por la vida y la muerte de quienes alguna vez llegaron al lugar con expectativas superiores por las cuales ingresaron.
Caminé hacia la entrada y me sentí ajeno al lugar, probablemente se deba a que esta es mi primera incursión al hospital. Al seguir mi camino observé una estructura algo añeja y deteriorada, quizá se deba al paso de los años y a la nula mantención que se le realiza al recinto. En la puerta me encontré con un guardia, el cual me pregunta hacia dónde me dirigía y después de mi pronta respuesta me dejó proseguir mi camino. Al traspasar mi primer obstáculo, logro entrar a la sala principal, donde se realiza todo tipo de trámites. Una vez allí, pude comprobar el precario estado de sus instalaciones. Sillas desmanteladas, paredes rotas, pintura quebrajada fueron algunas de las apreciaciones que noté en mi ingreso al lugar.
Después de recorrer un rato los pasillos de la sala, me trasladé a los baños públicos y fue verdaderamente penoso, ya que los lavamanos apenas hacían circular el agua y la taza de baño y urinarios estaban prácticamente inservibles y eso no es todo, además se le deben sumar un olor nauseabundo, el cual se prolongaba hasta el pasillo. Al seguir avanzando, me percaté de la existencia de una escala, la cual iba a dar a un segundo piso. Al subir, noté alguna puertas, las cuales en su parte superior señalaban su utilidad, la cual consistía en pequeñas habitaciones de atención, también denominadas “box”, en donde los médicos reciben a los pacientes que previamente piden horas de atención. En ese instante, estaban todas las puertas cerradas, pero esperé un momento y observé cuando una persona salía del box, en aquel segundo me asomé por la entrada y aprecié un pequeño cuarto ordenado y un médico conversando con una enfermera.
Luego de tomar un descanso asomado a una ventana, la cual para variar estaba deteriorada y no se podía abrir completamente, hecho quizá agradable para el invierno, pero paupérrimo para un día de calor, y a lo que se debe sumar un olor a oxigeno que llegaba a impregnar las paredes. Luego de eso y conversar con algunas enfermeras para que me dieran autorización a ingresar a las salas de hospitalizados, logré recorrer el lugar. La primera sala constaba con 7 camas de hombres, todas ellas ocupadas. Las paredes de ésta estaban en un estado desastroso, todas agujeradas y con la pintura ya desaparecida. Las camas tenían un muy mal aspecto y los aparatos aunque funcionaban, daban la impresión que en cualquier momento iban a dejar de realizar sus funciones.
Al instaurar algunas palabras con un paciente, éste comentó que los funcionarios hacían lo posible, pero los insumos y la infraestructura del lugar no daba para más. Además una funcionaria me explica que pretenden demoler el hospital y que las cosas ya no pueden seguir así, porque están trabajando con lo mínimo y el recinto ya se está cayendo a pedazos, incluso me mostró las duchas, las cuales me provocaron un sentimiento de lástima y rabia, ya que se encontraban literalmente hechas pedazos.
Seguí el recorrido junto a mi nueva lazarilla y pude observar como las estructuras que sostienen al establecimiento están cayéndose peligrosamente, mientras me explica que las camas en ocasiones son insuficientes, al igual que la falta de médicos y personal. Así llegamos a otra sala, esta vez de mujeres y las condiciones no eran mejores, en realidad, era la misma situación que en la sala anterior y la funcionaria me señala que todo el hospital está en el mismo estado.
Al terminar de recorrer el recinto de atención, no había ni un alma, al igual que cuando ingresé। Al despedirme de la funcionaria que me acompañó en mi trayectoria, pensé en todas las historias que se derrumbaran junto al establecimiento el día de su demolición.